La ceguera no es oscuridad
Paulina
Grossi es eutonista, trabaja con el cuerpo para hacer conscientes saberes
olvidados y lograr una mejor vida. Participó como actriz protagonista en Invisible, un documental (2014) dirigido por Mario Chierico que
trata sobre el deseo de imagen. En Periodismo
Femidisca nos propusimos contar su historia.
Con el
cuerpo como eje de la charla, reflexionamos --con Paulina-- sobre cine,
discapacidad y la mirada externa, entre otras cuestiones de la vida cotidiana.
Se define como una persona que “busca encuentros con otros que embellezcan la
vida”. Siempre vinculada con el arte, estudió canto, además de teatro, y realizó
muestras que fueron una “muy linda y enriquecedora experiencia”.
Pero qué es
Invisible. Paulina lo cuenta mejor. “Invisible fue y es, porque para mí sigue
muy vivo, un proyecto de un grupo de personas que se propuso contar que
cualquier sujeto, ya sea que vea o no, tiene deseo de imagen. Cómo se construye
ese deseo y cómo somos unos con los otros. Porque
tenemos una existencia igual a la de cualquiera”.
El
documental busca que los espectadores se identifiquen con sus protagonistas.
Trata de una mujer, un adolescente y un hombre, que a lo largo de la trama
relatan diferentes momentos que marcaron sus historias o situaciones diarias.
Tanto actores como directores participaron del proceso y escribieron los
guiones. Con Chierico a la cabeza, también contó con el apoyo de distintas
instituciones. “Si la película logra dejar pensando a una de las tantas
personas que la vea, el objetivo está cumplido. Si alguien se rió con alguna de
las cosas que hicimos, divirtió o conmovió ya está”, considera.
Más información en: Deseo de imagen
Sobre su
experiencia estudiando teatro, Paulina recuerda que siempre fue bien recibida
por los profesores aunque al principio “se asustaron, como siempre pasa”. Y, en
esa línea, destaca que es importante superar esa impresión que le suele generar
a los profesores, para buscar la forma de aprender a trabajar con una persona
con discapacidad. Por eso, rememora una anécdota que sucedió en una clase:
“Recuerdo una vez que nos pidieron que armáramos un círculo con los alumnos. De
a uno teníamos que pasar al medio y hacer algo que incomodara mucho a los
otros. Se dieron todo tipo de escenas y yo pensaba qué podía hacer. Se me
ocurrió algo que estuvo muy bueno y funcionó a la perfección”. La anécdota sigue.
“Mi idea fue, como había que ponerse en el medio de la ronda, empezar a jugar a
la desorientación. Es decir, no encontrar el centro. Pero no era fácil porque
había que estar perfectamente orientado para ir a todos lados menos ahí.
Entonces hacía que me chocaba a uno, que me iba para acá y nadie se animaba a
decirme. Logré incomodarlos al punto de que ya no sabían qué hacer ni siquiera
los profesores. Cuando me aburrí de verlos incómodos, me fui para el medio y
les dije que ese era el ejercicio. Fue divertido”.
Las
construcciones de la ceguera en el mundo audiovisual
Según su
opinión el cine muestra “una única mirada” sobre las personas con discapacidad.
Recuerda que en las novelas que miraba de chica las protagonistas ciegas
“siempre se curaban”. Pero ella quería
que la solución no fuera esa, que se mostrara una vida feliz o no, más allá de su condición. Que el no ver no
tuviera un lugar preponderante. Por lo que siente que aún falta mucho por
transformar en este mundo y espera fervientemente que en las producciones
audiovisuales empiece a haber actores y actrices con discapacidad encarnando
sus historias y no que quienes no la tienen actúen de ellos y ellas. “Muchas
veces se ve a la discapacidad desde un lugar lejano”, reflexiona.
Hay mitos
por derribar pero “no hay sexto sentido, sino el poder de los disponibles
trabajando juntos”. Entiende que para revertir estas construcciones y
prejuicios, hay que cambiar la mirada de la discapacidad. No verlo como algo
que falta, si los recursos están. Además sostiene que con una actitud distinta
se puede lograr que el otro modifique su percepción. “No somos superhéroes, pobrecitos o niños eternos”, enfatiza.
Porque la discapacidad no puede reducir todo lo que una persona es capaz de
hacer.
“Un día muy
pleno de mi vida cuando me recibí de eutonista, que es mi profesión, me habían regalado
un ramo de flores y yo iba muy contenta, con una sonrisa que no me cabía en la cara.
Era un día de sol. Pero lo único que vio una persona que pasaba al lado mío fue
una pobre persona ciega porque dijo “pobrecita” con mucho sentimiento y yo me
quedé sorprendida. Era tan distinto a lo que sentía en ese momento”.
Por eso,
considera, que si pudiera construir un personaje lo haría completamente distinto.
Elegiría a una mujer ciega, por ser la discapacidad que “más conoce” y porque
es lo “más cercano a ella”. Sin “ningún mito cerca”, la haría “bien mundana y
terrenal”. “Buscaría contar una historia interesante y que las cosas que le
pasen, no tengan que ver necesariamente con la ceguera”, subraya, para que “el
eje de la historia no pase por allí”. Aunque entiende que “obviamente va a
atravesar de algún modo la historia” pero “que no sea el centro”. Además le
gustaría que su personaje, “mientras realice las actividades cotidianas tenga
conversaciones con su hija sobre algo”.
Sexualidad y
discapacidad: un camino poco transitado
Paulina observa que la temática de la
sexualidad suele ser invisible en el discurso y en las producciones
audiovisuales ya que muchas veces “no se ve” a quienes tienen discapacidad como
seres deseantes o deseados, sino como “ángeles o niños que nunca crecen o
sienten”. También analiza que esto puede
ser “un lugar incómodo” para los familiares pero es necesario naturalizar los
procesos para no vivir una sexualidad vedada. Y asegura que “si el cuerpo está
despierto, a su tiempo el deseo surge”.
Sin embargo,
cuando desde la infancia el cuerpo se ve como “frágil”, moviéndose siempre con
cuidado y sin golpearse como parte del aprendizaje, es “más difícil” que haya
consciencia y se pueda construir un vínculo con uno mismo u el otro desde el
deseo y el placer. “El erotismo, el tacto,
los perfumes y sabores son más importantes que la visión. Tal vez el mayor
trabajo es lograr que nos vea el otro, porque nosotros sí lo vemos”,
remarca.
Para
despertar ese cuerpo, hacerlo material y visibilizarlo, su trabajo como
eutonista es fundamental ya que apunta a propiciar que las personas, que tengan
discapacidad o no, se encuentren con “lo mejor de sí”. Las acompaña en este
proceso. Brinda herramientas para llegar a ese conocimiento desde el cuerpo que
se tuvo en la infancia y perdió con los años: un lugar más cómodo de la
musculatura. Busca que quienes quieran experimentar esta actividad puedan
restaurar el equilibrio en un aprendizaje consciente y llevar una “mejor vida”.
Pueden
realizarlo quienes sufran dolores articulares o musculares, embarazadas que
quieran tener un mejor parto y/o cualquiera que busque hacer “otro recorrido”
con su cuerpo. Las clases se dan en forma grupal o individual. Actualmente,
debido al contexto de pandemia y aislamiento social, reinventó su manera de
trabajar y lo hace a través de las diferentes tecnologías o grabaciones. Las
personas que estén interesadas pueden encontrarla en Instagram y Facebook; sugiere
que le manden un mensaje por privado mediante estas redes.
Porque para
Paulina es tiempo de “crear algo nuevo con lo que tenemos” y entiende que tanto
en el trabajo como en la vida “es fundamental no limitarse”. Ni tampoco limitar cuando se habla de
alguien con discapacidad. Porque no
tiene que ser más ese lugar en el que se sesga y se reduce como si todo fuera
imposible. La ceguera no es oscuridad.
Tamara
Racedo.
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Maravillosa como siempre querida amiga y colega!!!!
ResponderEliminarHermosa nota.
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